La gente tendemos a encasillar a los demás sin saber muy bien de qué pata cojea el personaje diana; para qué nos vamos a preocupar en conocernos, con el tiempo que se invierte en eso. Y sobre todo actuamos en base a los estereotipos marcados por la sociedad, creyéndonos a pies juntillas que es lo correcto; para qué vamos a pensar por nosotros mismos, con lo que duele la cabeza. Veréis, "unas cuantas veces" he oído eso de que soy una persona con carácter, fuerte, valiente, que tengo un par de ovarios bien puestos, luchadora. También se me ha apuntado como alguien que se explica con claridad, de forma sincera y contundente, que aporta puntos de vista curiosos a según qué temas y que sabe escuchar. ¡Y, ey, parece ser que esto mola un montón! Pero en realidad no sé yo si realmente mola tanto como dicen y es tan positivo como parece, porque al contrario de lo que se pueda pensar, este carácter tiene un precio, caro, y que lo suele pagar el poseedor.
Una de las consecuencias de ser "el fuerte" es que a la hora del reparto tiempo-sentimientos eres el gran olvidado. Todos los que te rodean te hacen saber de su cariño más amoroso y su admiración, pero en la racionalización del cuidado, dulzura, ánimo y atención, a los luchadores que nos jodan se nos dan con cuentagotas, porque total si somos capaces de arreglárnoslas solos, somos autosuficientes, no necesitamos nada. ¡Ey, que molas mogollón y que te quiero mazo, que no se te olvide!, pero para tus cosas te las apañas tú solito que no te hace falta nadie, porque tú eres fuerte, tú siempre estás bien. Porque, por lo visto, los detalles, los mimitos y las palabritas dulces nos dan igual. Los resistentes no lloran, no piden y no reciben. Por eso tienen lo que se merecen: Nada. Los fuertes, con una palmada en la espalda vamos sobraos. ¡Hala, toma un sugus y a correr!
Cuenta la leyenda, que el poderoso es bien conocedor de la soledad, de ese vacío que hay ahí arriba en las alturas de sus imperios. También es mítica la soledad del famoso, su aislamiento pasivo porque sus amigos ya no lo llaman ya que creen que no tendrá tiempo para atenderles. Y luego está la soledad del fuerte, menos glamurosa y sin estar rodeada de lujos, que te rompe el corazón, pero que se retroalimenta haciéndote aún más fuerte. ¡Hay que joderse!
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