Menudo fin de semana haciendo de consultorio sentimental que me he pasado. "Tengo una tara que me hace poco casadera". "Qué tiene esa otra que no tenga yo". "Tú fíjate, sí está loca perdida, y ahí está él, que parece que le hayan hecho un amarre de brujería". "No entiendo nada". Y es que buena parte de mis amigas solteras o se han leído todas el mismo libro este finde o están con los ánimos digamos que un poco ¿por los suelos? ¿Coincidencia en el espacio-tiempo? ¿O los escaparates llenos de corazones y bañados de rojo por la inminente llegada del 14 de febrero tienen algo que ver?
Al hacerles el comentario "maldito" las respuestas han sido de lo más variopintas. Está la que se lo toma con humor sarcástico "Este año he decidido que pasaré el día de San Valentín sola, necesito poner en orden mis ideas y un tiempo de barbecho. Así también evito que ninguno de mis pretendientes se sienta ofendido porque elijo a uno y a los otros no para pasar la noche, y el pobre cartero y repartidor de flores no tendrán que venir cargados como mulas de tantas cartas y cajas de bombones y ramos de rosas como me pueden llegar a mandar". ¡Ole tó tu coño, nena! Están las que razonan con una lógica aplastante "Yo no creo en San Valentín. El amor debería celebrarse cuándo uno quiere, como quiere y con quien quiere, sin fechas señaladas en el calendario y sin la necesidad de llenar de rosa y rojo y corazoncitos los escaparates. Es un invento de los grandes almacenes, centros comerciales y restaurantes. Cualquier momento, cualquier día es perfecto para celebrarlo y no hay ninguna necesidad de gritarle a los cuatro vientos y demostrarle a todo el mundo cuanto se quieren dos. A mí me gusta mucho más un detallito cualquier otro día del año". ¡Amén! Y luego estoy yo, que se me ha ocurrido la brillante idea de que "como yo me quiero, nadie me querrá jamás, y voy a autorregalarme un "señorito de compañía" para que esa noche me saque a cenar, bailar y lo que se presente. Porque yo lo vago y este cuerpo se lo merece. E invita la Nena". ¡A ver quién la suelta más gorda!
¡Ains! Pero a ver ¿a quién queremos engañar señoras? Que sí, que sí, que el humor o la lógica nos dirán todo ese blablablá del párrafo de arriba, yo estoy completamente de acuerdo con todas vosotras (y mi idea me parece cada vez más atractiva), pero la realidad es bien diferente. Aunque cueste admitirlo TODAS nos morimos por recibir ESE mensajito inesperado, TODAS nos morimos porque llegue ESA tarjeta de un admirador secreto diciendo que no puede vivir sin nosotras, TODAS nos morimos porque alguien se acuerde de traernos ESA rosa roja, TODAS nos morimos porque un príncipe azul rescate de las profundidades del mar ESE diamante azul que la encantadora abuelita del Titánic tiró. TODAS y cada una de nosotras queremos el día de los enamorados un pequeño presente que nos haga sentirnos un poco especiales, un poco mujeronas, un poco sexis, ya que el plan de más de una y más de dos para esa noche (por ahora aunque nunca hay que perder la esperanza) es pasarla abrazadas a una botella de tequila, con una caja de kleneex en mano y con el gato como única compañía para calentarnos los pies.
Eso sí, mientras yo exista, a mis bellas damas nunca les faltará un mensajito de amiga el día de San Valentín diciéndoles lo maravillosas y guapísimas y estupendísimas y todos los -ísimas que son y que como yo las quiero no habrá macho cabrío que las amará jamás. ¡He dicho!
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