El amor en los tiempos que corren

06.01.2014 22:39

El otro día hablando con un amigo me soltó tremenda pregunta "MA ¿cuánto dura el amor? ¿Tú crees que es posible encontrar a ese alguien con quien compartir tu vida hasta el final o estamos condenados a ir acumulando relaciones efímeras una tras otra? ¿Aún existen esos amores eternos o son ya cosa del pasado? ¿Igual deberíamos plantearnos nuevas formas de relaciones que irían mejor con el tiempo actual?" Tras el susto inicial, la respuesta fue breve y clara "Lee la primera entrada del año y ahí encontrarás mi opinión, que el tema es complejo y necesita de un rato largo de meditación". Temazo que me has planteado, la madre que te parió.

 

Y eso es lo que he estado haciendo el primer día del año, meditar sobre el tema. A fin de cuentas el día uno de enero es el domingo por antonomasia y una se lo pasa casi enterito tirada en el sofá, intentando volver a sentir los pies, con manta y gato como única compañía, por lo que da para pensar mucho en esos intervalos de lucidez entre cabezada y peli boba. En fin, que me voy del tema. La conclusión a la que he llegado puede que sea un tanto romanticona, pero ¿es que acaso el ruego hecho no lo es?

La primera cuestión que me he planteado es si enamoramiento y amor son lo mismo. Una que es muy del siglo XXI se ha ido a la Wikipedia para ver ambas definiciones y efectivamente ha encontrado lo que ya pesaba, que no, no es lo mismo. No os voy a hacer un copia pega (si tenéis mucha curiosidad vosotros mismos os lo buscáis que también tenéis deditos para teclear) porque la explicación hormonal que da aburre hasta al Premio Novel de las Ciencias. Os voy a dar mi interpretación que seguro la entendéis mejor. El enamoramiento, a partir de ahora rebautizado como encoñamiento, no es más que ese estado en que te encuentras cuando alguien empieza a hacerte tilín (y tolón y toda la orquesta junta). El encoñamiento es pura pasión, desenfreno, esas ganas descontroladas de arrancarle los botones de la camisa con los dientes cada vez que ves al maromo que te tiene frita la masa encefálica y la entrepierna, así todo junto cual coctel molotov. Es ese momento en que todo es color de rosa, el estómago se te encoge con cada clin-clin del móvil, no hay ojos más bonitos, ni sonrisa más sensual, ni palabras que vayan más a misa que las que él dice y te pasas todo el día entre suspiros y bragas mojadas.

¿Y cuánto dura este estado de agilipollamiento mental y carnal? Pues depende. Los expertos estos que tantos estudios hacen (vaya manera de malgastar dinero en chorradas, pues dura lo que dure dura) dicen que entre unos meses y año y medio, porque nuestro organismo no es capaz de soportar esa carga de hormonas por mucho tiempo. Y en eso sí que estoy de acuerdo, no hay cuerpo humano que soporte eternamente tal empalagamiento y tanto subidón y bajón, que igual una está en las nubes porque te han hecho pasar la mejor tarde de cine de la historia del cine (y no preguntes de qué iba la película), que igual estás ya sin uñas porque hace tres horas le mandaste un whatsapp y aún no ha contestado. Así, todo muy "racional".

Lo malo es que una vez se ha pasado ese "instante" de fogosidad te das de bruces con la realidad viendo que los últimos meses te los has pasado encamada con alguien que no tienes ni puñetera idea de quién es, porque sólo os habéis dedicado a comeros enteros y a hablar de banalidades todas acabaditas en -ito/a, que es el lenguaje universal del encoñamiento. La mayoría de estas relaciones se van a hacer puñetas, muchas de ellas porque no hay compatibilidad ninguna con el partener y otras tantas porque empieza el tiempo de esfuerzo y eso ya no mola tanto. Y es que vivimos en un mundo el de ahora donde se ha perdido toda capacidad de tener ganas de conocernos, pero de conocernos de verdad. Y vamos acumulando esas historias efímeras que nos van minando la moral y la ilusión, sin darnos cuenta que nunca han tenido ni pies ni cabeza sencillamente porque no tenían una base sólida. Nos basamos en el envoltorio de fuera, conseguimos sexo fácil y rápido (o como decía mi abuela "empezáis el rábano por las hojas") y vivimos deprisa sin parar a vernos. Estamos en la era donde más millones de personas hay en el planeta Tierra, pero somos más individualistas que nunca y en las parejas ya no prima el o el nosotros, sino el yo por encima de todo. Y así nos va, que realmente lo que estamos es más solos que la una.

Pero entonces ¿qué pasa con el amor? Tantas y tantas películas basadas en el amor, tantas y tantas canciones cantando al amor ¿y ahora va a ser que es mentira? Personalmente sí que creo que el amor eterno exista, lo que pasa es que no tenemos ni idea de cómo construirlo, porque estamos mucho más preocupados por nosotros mismos, el trabajo, las facturas, el Smartphone de última generación y los mundiales de fútbol, por poner algunos ejemplos. El amor no es más que ese sentimiento que tiene de base valores como la comunicación sincera y sin horarios, la complicidad de una mirada y una sonrisa, la intimidad compartida y desinteresa, la amistad y el apoyo incondicionales, la admiración y el respeto mutuos, la pasión tranquila y sosegada. Tranquilidad, serenidad, seguridad, eso es lo que nos debe proporcionar el amor y lo que debemos proporcionarle al objeto de nuestro amor. Dejar de ser egoístas para dar sin exigir recibir, porque hay que entender que si el amor es verdadero se recibirá cuando nos toque "hoy por ti, mañana por ti y cuando yo te necesite sé que será por mí". Cogerse de la mano para caminar juntos, pero entendiendo que habrá momentos dónde uno tenga que estar un paso por delante porque es su momento y que habrá momentos que le tocará estar detrás, porque aquí no hay protagonistas absolutos. Dedicarse tiempo para conocerse, los buenos caldos se hacen a fuego lento. No tener miedo. Respetarse la libertad como individuos, una pareja son dos, no hermanos siameses que comen y beben lo mismo y van a todos los sitios juntos. En resumen, cuidarse mutuamente y dejar de mirarse el ombligo. ¡Qué duro, verdad!

La fórmula no sé si será eficaz al cien por cien y para toda la vida, eso es mucho tiempo y ahora mismo lo único que te garantizan para tantos años es la hipoteca, pero me da en toda la nariz que tiene muchos componentes buenos para asegurar una larga temporada de éxito sentimental. Por supuesto, cada equipo de a dos puede quitar y poner a su gusto y según las circunstancias del momento, esto lo que tiene es que es completamente dinámico (a Dios gracias porque si no vaya aburrimiento) y personal. Cada pareja es un mundo y tenemos sobre la mesa toda una "paleta de colores" para relacionarnos como queramos: te puedes casar o arrejuntar, tener hijos o perro y gato, vivir cada uno en su casa y pasar los fines de semana juntos (o los lunes y martes, qué más da), la mujer puede tener unos años más que el hombre, y no pasa nada, o viceversa, y no pasa nada, o llevarse a penas unos meses, y tampoco pasa nada. Lo que nunca, nunca, nunca pueden faltar son la imaginación y las ganas. Ya se dice por los rincones "el amor es como una planta, la tienes que regar todos los días para que no se seque", a lo que yo añado "y que no se os olvide el abono al menos un par de veces por semana" (a buen entendedor pocas palabras bastan). Y sí, creo que es una receta atemporal, lo que pasa es que actualmente parece que los que tenemos principios somos una especie en extinción y estamos demodé. No nos importa gritar a los cuatro vientos que follamos a diestro y siniestro con todo lo que se menea porque somos supermegamodernos de la muerte, pero que vergüenza nos da decir "te amo y a ser posible voy a intentar que sea para toda la vida".

¡Ains! En fin, lo voy a confesar, soy una carca, y me encantan las películas románticas y las canciones pastelonas, pero porque creo que si se puede describir una historia de amor en apenas tres minutos o dos horas, se puede vivir y estirarla ¿toda una vida?, la realidad siempre supera a la ficción ¿no? Y es que no hace más el que más puede sino el que quiere querer.

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