Sin tocarnos

18.03.2015 18:58

Seducirse con una sonrisa. Una sonrisa cómplice, tímida, escondida tras las bambalinas de un par de labios, esos labios que devoran al otro par en un instante de recuerdos en común. Y sonreír de nuevo, pero sólo por el mero placer de compartir una sonrisa a medias, como el cigarrillo al que cantaba aquella Paloma. Y mi sonrisa es el elixir de tu deseo. Deseo que me hace morir, dándote la vida.

Desvestirse con un silencio. Un silencio que brota en mitad de palabras ya afónicas, porque sólo se advierte el cri-cri de las ropas al caer, ilusionando las neuronas. Y las ganas. Y rellenar mis ganas con tu silencio repleto de pasión. Pasión que te abrasa, congelándome.

Hacer el amor con un paseo. Un paseo donde los pasos llevan a fundir dos cuerpos en una única sombra, cuya silueta dibuja el ajetreo de tu figura y la mía, sincronizadas. Y bajo los pies descalzos la arena, húmeda, chilla lo que nosotros no nos atrevemos a gemirnos.

Y en este nuestro Kama-Sutra singular sin tocarnos, mi postura favorita es tu mirada. Una mirada de tus ojos a los míos y viceversa que eriza la tez de todos nuestros sentidos, hasta de ese sexto que no tiene nombre. Porque no hay placer más provocador que verme plasmada en la llama ardiente de tus pupilas dilatadas de gato sobre un tejado de cinc.

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