50 sombras del tipo ese (III)

25.11.2013 19:09

Ya está, ya llegó, ya estamos en la tercera y última entrega de la crítica a 50 sombras de Grey, "por fin" dirán algun@s. Durante estas semanas le he dado un repaso a la escritora, a los personajes, a las escenas "tórridas" de sexo... vamos que no he dejado títere con cabeza, como se suele decir. Y como ya no me queda más que criticar (bueno, esto estaría por ver), para el final voy a intentar dar una ¿explicación? de por qué a las mujeres nos gustan tanto este tipo de libros. Y digo libros, en plural, porque 50 sombras ha sido el inicio de una serie de entregas literarias todas igualitas entre sí, salvo por el nombre de los personajes y las ciudades de escena. E. L. James se tiró a la piscina sin saber si había agua o no y, tras ver que no se ha abierto la cabeza como un melón, la han seguido otras como Sylvia Day con su trilogía (sí, también son tres) Crossfire, Noe Casado con 30 noches con Olivia o Elísabet Benavent con sus cuatro libros (a ver quién da más) con las historias de Valeria y Víctor. Y esto son sólo algunos ejemplos ¡ahí queda eso!

Pero ¿por qué este "porno para mamás", como ha sido bautizado el género, tiene tanto éxito? Los venenos Las teorías que se han lanzado son que un montón de mujeres reprimidas sexualmente por fin pueden vivir sus fantasías secretas, pero yo difiero muy mucho de esas ¿ideas machistas? y más bien creo que lo que nosotras vemos en estas novelas son hombres a la antigua usanza, verdaderos caballeros. ¡Zas, en toda la boca!

Voy a explicarme antes de que alguien me llame loca (y esta vez con razón). Estas novelas están decoradas como un árbol de Navidad, con hombres guapos, ricos y exitosos que conquistan con regalos lujosos y carísimos, pero si quitamos las bolas de cristal (el materialismo desbordado) y las cintas de colores (hombres irreales) lo que nosotras vemos son caballerosidad, galantería y amabilidad. Y eso consigue que se nos caigan las bragas al suelo nos vuelve locas porque en nuestra vida cotidiana son detalles que se han perdido. Y es que, en este siglo XXI de locos en el que vivimos, es verdad que las mujeres ya no necesitamos a un hombre para que nos traiga un sueldo a casa todos los meses para mantener a la familia, pero por el mismo camino hemos conseguido dar una imagen de frías y desalmadas que a los hombres los tiene completamente descolocados y que no saben por dónde pillarnos. Nuestros Pepes, Migueles y Vicentes de andar por casa han considerado que, puesto que ya no necesitamos sus cuartos, tampoco necesitamos que nos abran la puerta para pasar antes, nos corten una flor de un jardín para regalárnosla o nos consigan un osito de peluche en una feria a escopetazos. "Bonita, como tú ya eres mayor e independiente te las apañas tú solita".

Y es que como dice mi madre, "que coño tendrán que ver los cojones con el comer trigo". Sí, queremos conseguir una igualdad laboral y salarial con respecto a nuestros compañeros de trabajo. Sí, queremos tener en todo el mundo los mismos derechos que nuestros compañeros de especie. Pero no podemos olvidar la obviedad de que somos completamente diferentes en muchos aspectos, y NOSOTRAS SEGUIMOS SIENDO MUJERES. Y ahora, que ya nos hemos quitado el lastre de las uniones de conveniencia, ahora es cuando más deberíamos estar disfrutando de los mimos y carantoñas los unos a las otras y viceversa. Y es justo ahora cuando más desapegados somos. Y como en la vida real tenemos esta falta de arrumacos y achuchones de verdad (no cuentan los polvos mal echados de una noche), pues nos enganchamos a libros mal escritos, pero en los que sí aparecen machos que son galanes. Soñar sólo te cuesta lo que vale un libro malo.

Respecto al sexo, nos metemos en la cama con la tranquilidad de que al salir de ella seguimos saliendo dos y no tres como podía ocurrir antes. Y queremos pasárnoslo bien también, por eso les pedimos a nuestros compañeros de colchón que nos den "lo nuestro" con ganas y dedicación, "porque para meterla en caliente, cielo, usas un ladrillo de agujero estrecho, que carajo". Que los buenos revolcones no tienen nada que ver con tamaños ni estrategias, sino con juegos divertidos y donde todos participamos. Como en el parchís, tú me la comes primero que luego te la como yo a ti.

Hombres del mundo, un consejo les voy a dar, saquen a ese caballero que llevan dentro, PORQUE SER UN CABALLERO SÍ ESTÁ DE MODA, y, aunque no lo crean, sus opiniones, ayuda, apoyo, esmero y dedicación sí que cuentan para nosotras, y mucho.

Fin.

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